CONCILIO VATICANO II(y la opción por los pobres)
En medio de la Iglesia anterior al Vaticano II, más instrumento de poder que comunidad de servicio, más histórica que teológica, más canónica que evangélica, aristocratizada en el alto clero y aburguesada en el clero medio, no obstante el humilde origen de los dos, aparece Juan XXIII. (Canal Ramírez 17)
En el otoño de 1962, bajo del liderazgo del Papa Juan XXIII, empezaron las reuniones del Concilio Vaticano II. La Iglesia había sido, a lo largo de su historia, una institución muy conservadora, reacia a la renovación doctrinal. El hecho de que en 1962, todavía, se daba la misa en latín es evidencia de la lentitud de los cambios eclesiales. Canal Ramírez describe la Iglesia antes del Concilio Vaticano II como una “que hace cuatro siglos no se ventilaba, víctima de la lucha antiprotestante, como si la contrarreforma fuera su único objetivo” (17). La respuesta tradicional de Roma a los cambios en el mundo había sido “ampliar costales de arena en montones cada vez más altos para detener la corriente cada vez más fuerte del modernismo” (Berryman cap. 1). El Concilio Vaticano II empezó una nueva época de la Iglesia católica:
Con el Vaticano II, la Iglesia católica se volvió al revés de como era. Antes del concilio a los católicos se les enseñaba que su principal deber en la vida era permanecer en estado de gracia y alcanzar el cielo. La Iglesia era la mediadora de la gracia y la verdad. En semejante esquema los asuntos terrenales eran finalmente insignificantes. En el Vaticano II, aceptando y apoyándose en décadas de trabajo de los teólogos, la Iglesia católica aceptó modestamente su condición de peregrina que camina al lado del resto de la humanidad. (Berryman cap.1, par. 24)
El Vaticano II abrió las puertas de la Iglesia al mundo moderno, un esfuerzo para ponerse en contacto con las realidades terrenales. En su radiomensaje antes de la apertura del concilio, Juan XXIII ya señaló una deseada transformación en el enfoque de la Iglesia: “para los países subdesarrollados la iglesia se presenta como es y como quiere ser, como la iglesia de todos, en particular como la iglesia de los pobres” (Gutiérrez 351).
Al abrir el concilio, el Papa continuó con sus pensamientos acerca de la pobreza y la misión de la Iglesia:
Cultivan con diligencia los religiosos y, si es preciso, expresen con formas nuevas la pobreza voluntaria abrazada por el seguimiento de Cristo, del que, principalmente hoy, constituye un signo muy estimado. Por ella, en efecto, se participa en la pobreza de Cristo, que siendo rico se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. Por lo que concierne a la pobreza religiosa, no basta con someterse a los Superiores en el uso de los bienes, sino que es menester que los religiosos sean pobres en la realidad y en el espíritu, teniendo sus tesoros en el cielo. (DecretoPobreza, 13)
A los Obispos, Juan XXIII les pidió que compartieren su preferencia a los pobres:
Todos los Obispos, en efecto, deben promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común en toda la Iglesia, instruir a los fieles en el amor del Cuerpo místico de Cristo, sobre todo de los miembros pobres y de los que sufren o son perseguidos por la justicia (cf. Mt., 5,10); promover, en fin, toda acción que sea común a la Iglesia, sobre todo en orden a la dilatación de la fe y a la difusión plena de la luz de la verdad entre todos los hombres. (Decreto Oficio de los Obispos, 26)
Juan XXIII no era el único oficial eclesial proponiendo que la Iglesia mostrara una preferencia hacia los pobres. En la primera reunión del Concilio, el Arzobispo de Bolonia, Cardenal Lercaro se acercó al tema de la pobreza: “El tema de este Concilio es, ciertamente, la Iglesia en tanto que es, sobre todo, la Iglesia de los pobres”, añadiendo Julio Lois: “no uno más de los numerosos temas conciliares sino el tema” (14). Antes de la reunión en el 26 de octubre para discutir el tema de la pobreza, el Obispo del Sahara, Monseñor Mercier, por indicación de los asistentes, escribió una nota con el título “La Iglesia de los pobres”(Lois 15), a la vez dando un nombre al movimiento que llegó a ser el tema central de lo que conocemos como la teología de la liberación.
Esta preferencia a los pobres expresada en el Concilio lanzó un debate que se diseminó del Concilio a los teólogos europeos afuera del Concilio, y, más tarde, a los teólogos latinoamericanos. Durante los años del Concilio (1962-1965), una serie de publicaciones presentaron reflexiones de varios teólogos sobre el tema de la pobreza y el papel de la Iglesia. Durante el primer año del Concilio, Paul Gauthier publicó Les pauvres Jesús et l’Eglise, definiendo la pobreza en un sentido espiritual y material, y señalando el alcance de la pobreza en el mundo: “Hoy ya no se trata únicamente de ricos individuales y de pobres individuales. Hoy se trata de naciones ricas y naciones pobres, las naciones desarrolladas, los pueblos subdesarrollados” (Lois 17). El año siguiente P. Pie Raymond expresó la necesidad de una solidaridad eclesial con los pobres, compartiendo no solamente su condición, sino también su lucha contra el orden injusto:
El precepto del Señor de dar, y dar más de lo que se nos pide, y no sólo al que pide, sino también al que nos contraría, nos obliga a hacernos solidarios con la causa de los desgraciados y de la justicia...No hay otro medio de poder salvar lo que pueda quedar de esperanza en los pobres y que la gracia puede convertir en esperanza sobrenatural: una caridad lo bastante fuerte para participar en su condición, y esto no puede hacerse seriamente sin participar, también, en su combate por la justicia. (Lois 18)
En febrero de 1964, el Monseñor Ancel dio una conferencia en Turín con intitulada “L´Egglise et la pauvreté” que definió la pobreza como un mal, consecuencia de un pecado, a la vez señalando las raíces del pecado como la “injusta explotación”. En una llamada para la acción eclesial contra este pecado, el monseñor escribe: “Si amamos a los pobres, si queremos hacer desaparecer la pobreza, tenemos que atacar las propias causas de la pobreza, tratando de establecer en todas partes una justicia social auténtica”. Para conseguir la deseada pobreza evangélica, “hay que haberse desprendido, con toda el alma y todo el corazón, de los bienes de la tierra y estar dispuesto a aceptar el despojo efectivo que Cristo quería” (Lois 19).
En abril del mismo año, el Cardinal Lercaro dio una conferencia en Beirut con el título de “La pobreza de la Iglesia”, y en ella se plantea la cuestión de “determinar bajo que ángulo de visión considera Jesús la pobreza que llama bienaventurada”(Lois 20). En junio de 1964, P. Congar escribió Jalones para una reflexión sobre el misterio de los pobres, sugiriendo que los pobres “pueden ser reveladores de Dios” y que ellos son “un medio o camino para encontrar a Cristo” (Lois 21).
Algunos teólogos no se sintieron satisfechos con los resultados del Concilio Vaticano II. Un obispo francés opinó que los cambios hechos durante el Concilio eran demasiado drásticos y que “sólo dentro de un siglo, la historia conocerá el mal que el Concilio causará a la Iglesia” (Canal Ramírez 19). Otros pensaron que el Concilio no hizo lo suficiente, creyendo que el Concilio dio “atención solamente marginal” al tema de la pobreza, entre ellos eran los teólogos latinoamericanos (Lois 24). La representación de los países latinoamericanos fue mínima en el concilio Vaticano II, con los teólogos europeos y norteamericanos marcando la agenda (Berryman cap.1). Los teólogos latinoamericanos querían una teología que perteneciera a sus propias circunstancias, y la Conferencia Episcopal de Medellín en 1968 se considera como la respuesta de ellos al Concilio Vaticano II.

Fuentes citadas
  • Berryman, Phillip. Teología de la liberación. México: Siglo Veintiuno Editores, 1989. Edición digital autorizado para el Proyecto Ensayo Hispánico. Febrero 2003. 12 de junio de 2004. <http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/berryman/introd.htm>
  • Canal Ramírez, Gonzalo. La Unión Soviética, Reto Moral. Bogotá: Imprenta y Rotograbado, 1969.
  • Decreto Perfectae Caritatis, 28 octubre 1965. Documentos del Concilio Vaticano II. La Sante Sede Archivo. 12 de junio de 2004. <http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm>
  • Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación. Lima: Centro de Estudios y Publicaciones, 1984.
  • Lois, Julio. Teología de la liberación: Opción por los pobres. Madrid: Editorial Fundamentos, 1986.