Evangelio de la semana 2 de Diciembre de 2010 (Marcos 2:1-12)

La popularidad de Jesús es sorprendente, especialmente entre el pueblo, debido a los milagros que hacía. Por ejemplo: sacó el espíritu de un inmundo, sanó a la suegra de Pedro, sanó a unos leprosos, sanó a muchos que padecía de terribles enfermedades. Desde ya esto implicaba mucha curiosidad de parte de la gente que quería ver en directo lo que Jesús era capaz de hacer. Es así como el relato bíblico nos da cuenta que había mucha gente en la puerta y ya no se podía entrar en la casa.
En medio de esa situación aparecen en la escena y ante la sorpresa de todos y del mismo Jesús, un grupo de cuatro osados amigos de un enfermo que padece de parálisis total. Pero lo sorprendente en este relato no es su presencia sino la forma cómo lo hacen, entrar por el techo de la casa. Esta forma ingeniosa de llegar a Jesús es debido a que ya no podían entrar por la puerta al haber tanta multitud y para ello se ingenian una nueva manera: hacer un hueco en el techo de la casa bajar por ahí al amigo enfermo. ¡Que tal ingenio y empeño por llegar a Jesús! ¡Hasta dónde había llegado la fama de Jesús!
Es tal la fuerza de la fe en Jesús de estos varones para sanar a su compañero enfermo, que Jesús es conmovido a sanarlo. Él, en su infinita misericordia pronunció aquellas benditas palabras que habría de liberar al hombre de su postración: “Tus pecados te son perdonados”. Pero de pronto, surge la reacción de los escribas en contra de Jesús; comienzan a tener malos pensamientos, a murmurar y chismear acerca de lo que el Maestro  estaba haciendo. No reconocen en Él la autoridad recibida por su Padre Dios. Ellos pretenden interrumpir la obra de Jesucristo. Nada está bien para ellos. Sin embargo, Jesús sin ningún miramiento les llama la atención y les reprende: “¿Por qué pensáis así, tan malamente en vuestros corazones?”. Luego los arrincona a una cuestión teológica:¿Qué es más fácil, perdonar pecados o sanar? ¿Cuál es el problema de este hombre paralítico? ¿Es solamente un asunto de salud?.
Desde el punto de vista de Jesús, el problema no es sólo de salud, es un asunto más serio, es el problema del pecado. El pecado había logrado paralizar el cuerpo de este hombre. Hoy en día, muchos médicos y sicólogos nos dicen que muchas de las enfermedades del cuerpo tienen sus raíces en problemas en la mente y en las emociones. Hay muchos casos en que el sentido de culpa por algo que se ha hecho en forma indebida ha llegado a hacer estragos en la personalidad de la persona, llegando a afectar el cuerpo. Algunos creen que pueden personarse a sí mismos y que no hay necesidad de confesar los pecados a Dios, debido a que su falta no es tan grave. Otros creen que una de las formas de liberarse del pecado y de su culpa, es haciendo muchas obras de caridad. Incluso unos recurren al psiquiatra, pensando que sus técnicas los va a librar de la tortura de escuchar la voz de su conciencia.
Todos ellos olvidan que es necesario recibir una palabra fuera de sí mismos, es decir, externa a ellos, para tener paz plena en su vida. ¡Y esa palabra es la de Dios!. Es por eso que Jesús descubre en el hombre que yacía inmóvil en su lecho, el pecado no perdonado que estaba causando la parálisis de los miembros. Con ese diagnóstico, Jesús ayuda al enfermo, liberándolo de la culpa mediante el perdón de sus pecados. Es decir, de la parálisis corporal a la sanidad de vida. Para ello era necesario tener fe. La fe de sus amigos era suficiente. Esas palabras de perdón las dice Jesús: “Tus pecados te son perdonados” Esas mismas palabras son las que lograron redimir a muchos adúlteros, extorsionadores, al ladrón junta a la cruz, a la prostituta, al paralítico, a sus admiradores y aún a sus enemigos. Hoy esas palabras siguen siendo vigentes para nuestro mundo que camina hacia su destrucción moral, social y espiritual.
Es impresionante ver cómo Jesús no se queda en el sólo perdón de pecados, sino que da un paso más trascendental al decirle al hombre impotente de valerse por sí mismo:“Levántate...y anda”. ¡Es la Palabra puesta en acción!. Esta es la autoridad que tiene Jesús y queda demostrada ante los escribas incrédulos. No sólo ellos, sino que todos los que estaban allí se maravillaron del milagro y glorificaron a Dios. Si hacemos una comparación con nuestra sociedad actual, podemos ver que se necesita mucha fe para vencer una serie de dificultades para salir adelante. Muchos enfermos están desahuciados y abandonados a su propia suerte en hospitales de mala muerte; cuánta gente se resigna a vivir tal como están, no se esfuerzan por salir de esa difícil situación.
En resumen podemos decir que la falta de en fe en Jesucristo, nos impide de liberarnos de muchas ataduras y que no basta proclamar el Evangelio de Jesucristo con hermosas palabras si éstas no se hacen realidad en cada persona que las necesita. Es por eso que debemos aprender de Jesucristo, él anunciaba las Buenas Nuevas y las ponía en práctica. Por otro lado, aprendamos también de estos cuatro amigos que hicieron todo lo imposible por interceder por su amigo que estaba postrado. Su fe y su decisión les fueron tomadas en cuenta por Jesús.
Que en estos tiempo turbulentos que nos ha tocado vivir, podamos seguir escuchando del Señor sus benditas palabras que nos dice: “Hijo(a) tus pecados te son perdonados, levántate y anda”. Amén

Fuerza de la Iglesia

Para el mundo es una locura, pero para nosotros, para los que por fe hemos creido en nuestro Señor Jesus, es un estilo de vida. Cuando menos fuerzas tengo, cuando mas debil me siento, es cuando mas grande se puede manifestar El en mi. 

La iglesia de Cristo no es sostenida por presidentes, ni por millonarios, ni tampoco por intelectuales. Todo lo contrario, cuando politicos tratan de ayudar a la iglesia, esta se contamina. Cuando millonarios tratan de sostener la iglesia economicamente, esta se hace pobre espiritualmente porque el pueblo piensa que su participacion no es necesaria y porque los millonarios quieren imponer un estilo material en la iglesia. Asi sucede cuando intelectuales traen sus filosofias y en vez de predicar la Palabra, diseñan programas, dicen frases bonitas, y roban la gloria al Cristo que dio su vida por nosotros. 

Yo peleo una batalla que no es mia sino de mi Dios. Yo no tengo enemigos, porque todo el que contra mi se levanta, contra mi Padre que esta en los cielos se esta levantando. Yo no tengo porque cuidar mis espaldas, porque el es Jehova mi bandera, mi proteccion. 

Cambio climatico

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Evangelio del día

Día litúrgico: Jueves XXXII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 17,20-25): En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros».

Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: ‘Vedlo aquí, vedlo allá’. No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación».

El Reino de Dios ya está entre vosotros
Hoy, los fariseos preguntan a Jesús una cosa que ha interesado siempre con una mezcla de interés, curiosidad, miedo...: ¿Cuándo vendrá el Reino de Dios? ¿Cuándo será el día definitivo, el fin del mundo, el retorno de Cristo para juzgar a los vivos y a los difuntos en el juicio final?

Jesús dijo que eso es imprevisible. Lo único que sabemos es que vendrá súbitamente, sin avisar: será «como relámpago fulgurante» (Lc 17,24), un acontecimiento repentino y, a la vez, lleno de luz y de gloria. En cuanto a las circunstancias, la segunda llegada de Jesús permanece en el misterio. Pero Jesús nos da una pista auténtica y segura: desde ahora, «el Reino de Dios ya está entre vosotros» (Lc 17,21). O bien: «dentro de vosotros».

El gran suceso del último día será un hecho universal, pero ocurre también en el pequeño microcosmos de cada corazón. Es ahí donde se ha de ir a buscar el Reino. Es en nuestro interior donde está el Cielo, donde hemos de encontrar a Jesús.

Este Reino, que comenzará imprevisiblemente “fuera”, puede comenzar ya ahora “dentro” de nosotros. El último día se configura ahora ya en el interior de cada uno. Si queremos entrar en el Reino el día final, hemos de hacer entrar ahora el Reino dentro de nosotros. Si queremos que Jesús en aquel momento definitivo sea nuestro juez misericordioso, hagamos que Él ahora sea nuestro amigo y huésped interior.

San Bernardo, en un sermón de Adviento, habla de tres venidas de Jesús. La primera venida, cuando se hizo hombre; la última, cuando vendrá como juez. Hay una venida intermedia, que es la que tiene lugar ahora en el corazón de cada uno. Es ahí donde se hacen presentes, a nivel personal y de experiencia, la primera y la última venida. La sentencia que pronunciará Jesús el día del Juicio, será la que ahora resuene en nuestro corazón. Aquello que todavía no ha llegado, es ya ahora una realidad.

Vaticano III

CONCILIO VATICANO III
CONCILIO DE ADORACIÓN UNIVERSAL DEL HIJO DE DIOS
I JESUCRISTO, Cabeza Suprema de la Iglesia
Todos los Obispos de las iglesias de la Plenitud de las naciones católicas, sin excepción, se congregarán en Roma para la Adoración del Hijo de Dios como Cabeza Divina de la Iglesia Universal. Cada iglesia de cada nación se reunirá en Congregación para ir a Roma y realizar la Adoración del Hijo de Dios en Unión con el Jefe de los Obispos del Señor Jesús en la Tierra; una Congregación Nacional, Portavoz del Obspado Nacional, permanecerá en Roma hasta la Consumación del Concilio de Adoración del Señor Jesús por la Plenitud de las iglesias.
La Congregación Universal de los Obispos de la Plenitud de las Naciones Católicas declarará Cabeza Suprema de la Iglesia Universal de Dios en la Tierra a Jesucristo, Dios Hijo Unigénito, Dios Increado de Dios Increado.
Todos los Sacerdotes y Obispos de las naciones católicas se congregarán en las capitales de sus provincias, con sus pueblos, para la Adoración del Hijo de Dios en el Día de la Proclamación de la Jefatura Universal Suprema de Jesucristo sobre todos los obispos de las Iglesias de la Plenitud de las naciones.

La Congregación de todos los Obispos de la Tierra abrogará el Poder de Santificación del Obispado Romano. Pues sólo el Señor conoce los secretos de todos los hombres y sólo a El le compete declarar quién es quién.
La Congregación Universal de los Obispos Católicos declarará abolida la Infalibilidad, a todos los niveles, y respecto a todos los obispos, en lo individual y en lo universal. Sólo el Señor Jesús es Infalible.

La Congregación Universal de los Obispos de la Plenitud de las Naciones Católicas abrogará todo juramento de Obediencia al Papado por parte de las Ordenes; todo Obispo abandonará relaciones de Juramento que atenten contra la Obediencia Suprema debida del Siervo a su Señor, Jesucristo, y dividen al Siervo entre el Señor y la Orden. Pues todo Juramento es Pecado.
La Obediencia Primera y Final del Sacerdote es respecto al Señor, Jesucristo. La Orden que se rebele contra la Obediencia Suprema y Directa al Señor Jesús, prefiriendo la esclavitud al Juramento a hombre, sea abolida y los rebeldes sean expulsados de la Iglesia. El Obispo debe Obediencia directa e inmediata a su Señor, y cualquier sujeción de este Juramento de Obediencia Suprema al Señor a una Mediatura, sea papal o monárquica, es rebelión contra Dios, que compró con la sangre de su Hijo un Cuerpo de Sacerdotes cuyas almas son una sola cosa con el Alma de Cristo.

La Congregación de los Obispos de la Plenitud de las Naciones Católicas abrogará la Administración de la Confesión a los Menores de Edad. El Poder de Perdón de los Pecados conferido por el Señor Jesús a sus hermanos en el Obispado Católico es respecto a la Conciencia de la Criatura para con su Creador; estando sujeto el Procreado a la Tutela del Procreador, su Conciencia no tiene capacidad de Juicio para comprender qué es Ofensa a Dios, y por consiguiente no tiene Consciencia de Pecado. La Confesión será administrada sólo al Cristiano libre de la Tutela de la Procreación, cuando la Criatura entra en relación directa con su Creador.
El Poder de la Confesión termina donde comienza el Delito. La Absolución del delito contra las leyes humanas sólo encuentra Absolución tras la puerta de la sujeción a las consecuencias penales del acto delictivo consumado. Todo acto de absolución confesional sobre delito contra pena judicial es una rebelión abierta contra la Justicia de Dios, que se manifiesta en la Tierra en las leyes humanas para el Crecimiento de las Naciones en la Paz y la Libertad que surgen del Amor a la Creación de Dios.
El secreto de confesión respecto al delincuente hace partícipe al Confesor del delito que se quiere ocultar en los bajos estratos de una conciencia absuelta de su acto delictivo: la absolución confesional sólo es Divina si es seguida de una entrega voluntaria del delincuente a la Justicia; el Deber del Sacerdote es poner a la Justicia al corriente del acto delictivo. Si existe reiteración de delito, sea adulterio u otro pecado que atenta contra la Conciencia Cristiana, el Sacerdote tiene el Deber de no escuchar y expulsar del templo al reiterante, pero si el acto reiterante implica delito contra los derechos Humanos, el sacerdote debe expulsar del templo al sujeto y actuar acorde a las leyes de Dios en los hombres.

Cristo no tiene arte ni parte en el delito de quienes debiendo seguir su Doctrina quieren la Gracia que viene de la Fe sin renunciar a la condenación que merecen los actos contra el espíritu de Dios. Todo sacerdote, del rango jerárquico que fuese, que sea hallado en delito contra las leyes humanas, rompe su Contrato con Dios; debe abandonar inmediatamente la Propiedad del Señor en la Tierra, entregar todos los poderes eclesiásticos y buscar su absolución en la satisfacción penal que el acto delictivo requiere; de negarse a abandonar la propiedad de la Iglesia la congregación sacerdotal acudirá a las leyes llevando al rebelde a los tribunales por invasión de la propiedad de la Iglesia. Pues si quien salva un alma limpia la suya de multitud de pecados, quien con sus pecados condena a muchas almas, apartándolas de Dios, ¿de qué castigo es merecedor? Ya sea tanto el obispo de Roma cuanto el último sacerdote allá por el fin del mundo, la congregación se reunirá para expulsarlo de la Propiedad del Señor en la Tierra, y despojarlo de todos sus poderes eclesiásticos.
En consecuencia, la Congregación Universal de los Obispos de la Plenitud de las Naciones declarará Propiedad del Señor Jesús todos los Templos y Edificios creados durante los siglos. La Congregación de los Obispos de la Plenitud de las Naciones administrará esta Propiedad Universal y acorde a este Título actuará contra todo sacerdote u obispo que usando la Fe use la Gracia para encubrir sus actos delictivos. La propiedad es intransferible. El Gobierno que atente contra la Propiedad del Señor en la Tierra se rebela contra Dios.

La Congregación Universal de los Obispos en Roma, finalizada la Adoración del Señor Jesús, llamará a las Iglesias de las naciones no Católicas, por naciones, a congregarse para la Adoración del Hijo de Dios, Cabeza Suprema de todas las Iglesias, en Roma, ante el Concilio Permanente que se creará tras el regreso de los obispos a sus naciones. Los Obispos y Pastores de las iglesias nacionales no Católicas, hasta el día de Hoy, que no acudan a la Llamada del Señor serán borrados del Libro de la vida, no son iglesia, el pueblo que los siga quedará expuesto al Juicio de Dios.
El Pueblo que se encuentre abandonado por sus obispos y pastores se congregará en masa para la Adoración del Hijo de Dios con las sacerdotes que respondieren a la Llamada del Espíritu, y, al frente sus sacerdotes, actuará en consecuencia para la expulsión de la Propiedad del Señor en la Tierra de los obispos rebeldes.
En la Adoración y por la Unidad en la Obediencia, todo anatema, sentencia y declaración de separación quedará abrogado y la Unidad reestablecida en Cristo. La Congregación Permanente, en unión con los Jefes de las Iglesias unificadas en la Obediencias a su Cabeza Suprema, Jesucristo, permanecerá en Roma hasta que la Unidad Universal se consume.

II JESUCRISTO Rey Universal Sempiterno


La Congregación Permanente Universal de los Obispos de la Plenitud de las Naciones, siguiendo la Proclamación que se realizara en el Cielo, proclamará la Coronación de Jesucristo sobre todas las Naciones del Reino de Dios en la Tierra, llamando a las casas monárquicas que secularmente ejercieron potestad real sobre las naciones cristianas, a venir a Roma y depositar a los pies del Señor sus coronas y cetros; estas coronas y cetros permanecerán en Roma como Testimonio de la Obediencia de los reyes y reinas de las naciones cristianas, quedando por la Obediencia absueltos del delito de Rebelión contra la Corona del Rey Universal que pesa sobre sus casas, pasando libremente a la vida privada cristiana como Ciudadanos del reino de Dios.
La Proclamación, como la Adoración, será realizada por los pueblos en masa, en las capitales de provincias de las naciones cristianas, al frente sus Obispos, sacerdotes y pastores, en alto proclamando el Pueblo su Condición de Ciudadano del Reino de Dios, sujeto a Obediencia al Rey Sempiterno, Jesucristo.
Las casas monárquicas que ejercen corona sobre las naciones cristianas que se nieguen a poner a los pies del Trono de Dios sus coronas y cetros, en Roma, serán declarados en rebeldía contra el Reino de Dios; sus miembros serán declarados fuera de la Iglesia y su entrada en la Propiedad del Señor será prohibida a todos los efectos.
Los Gobiernos Cristianos declararán abolida la monarquía Rebelde, expulsará de sus palacios a los reyes rebeldes, y llevará la Corona y el Cetro a Roma; si los Gobiernos sobre las naciones cristianas se alzan en rebelión contra el Rey, sirviendo al rey rebelde a Dios, los ejércitos del pueblo cristiano se levantarán para deponer a Gobierno y Amo, y llevarán a Roma la corona y el cetro, donde la depositarán a los pies del Señor, y proclamarán la Adhesión sempiterna de la Nación al Reino de Dios, borrando de sus banderas los emblemas rebeldes e incribiendo el Signo de la Victoria, la Cruz, en su Bandera.
Las Naciones Cristianas Libres realizarán su Proclamación Nacional en Día Señalado por sus Obispos, para que su Voz suene al unísono en toda la Tierra y sea recogida en el Cielo para ganar Misericordia del Juez Universal sobre las Naciones de la Tierra en el Día del Juicio Final.
Al cierre del Concilio Vaticano III, la Unidad Universal Cristiana reestablecida, en Día señalado por la Congregación Universal de los Obispos, la Plenitud de las Naciones cristianas se reunirá alrededor de sus Obispos, en sus ciudades, para clamar en alto la Gloria de su Rey y Señor, Jesucristo.

Motivacional

PRACTICA VALORES HUMANOS: Claves para ser feliz.

Frase de la Semana 11 de Noviembre

Si quieres ser Bueno  Cree  que eres Malo... Donne.

Vaticano II

CONCILIO VATICANO II(y la opción por los pobres)
En medio de la Iglesia anterior al Vaticano II, más instrumento de poder que comunidad de servicio, más histórica que teológica, más canónica que evangélica, aristocratizada en el alto clero y aburguesada en el clero medio, no obstante el humilde origen de los dos, aparece Juan XXIII. (Canal Ramírez 17)
En el otoño de 1962, bajo del liderazgo del Papa Juan XXIII, empezaron las reuniones del Concilio Vaticano II. La Iglesia había sido, a lo largo de su historia, una institución muy conservadora, reacia a la renovación doctrinal. El hecho de que en 1962, todavía, se daba la misa en latín es evidencia de la lentitud de los cambios eclesiales. Canal Ramírez describe la Iglesia antes del Concilio Vaticano II como una “que hace cuatro siglos no se ventilaba, víctima de la lucha antiprotestante, como si la contrarreforma fuera su único objetivo” (17). La respuesta tradicional de Roma a los cambios en el mundo había sido “ampliar costales de arena en montones cada vez más altos para detener la corriente cada vez más fuerte del modernismo” (Berryman cap. 1). El Concilio Vaticano II empezó una nueva época de la Iglesia católica:
Con el Vaticano II, la Iglesia católica se volvió al revés de como era. Antes del concilio a los católicos se les enseñaba que su principal deber en la vida era permanecer en estado de gracia y alcanzar el cielo. La Iglesia era la mediadora de la gracia y la verdad. En semejante esquema los asuntos terrenales eran finalmente insignificantes. En el Vaticano II, aceptando y apoyándose en décadas de trabajo de los teólogos, la Iglesia católica aceptó modestamente su condición de peregrina que camina al lado del resto de la humanidad. (Berryman cap.1, par. 24)
El Vaticano II abrió las puertas de la Iglesia al mundo moderno, un esfuerzo para ponerse en contacto con las realidades terrenales. En su radiomensaje antes de la apertura del concilio, Juan XXIII ya señaló una deseada transformación en el enfoque de la Iglesia: “para los países subdesarrollados la iglesia se presenta como es y como quiere ser, como la iglesia de todos, en particular como la iglesia de los pobres” (Gutiérrez 351).
Al abrir el concilio, el Papa continuó con sus pensamientos acerca de la pobreza y la misión de la Iglesia:
Cultivan con diligencia los religiosos y, si es preciso, expresen con formas nuevas la pobreza voluntaria abrazada por el seguimiento de Cristo, del que, principalmente hoy, constituye un signo muy estimado. Por ella, en efecto, se participa en la pobreza de Cristo, que siendo rico se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. Por lo que concierne a la pobreza religiosa, no basta con someterse a los Superiores en el uso de los bienes, sino que es menester que los religiosos sean pobres en la realidad y en el espíritu, teniendo sus tesoros en el cielo. (DecretoPobreza, 13)
A los Obispos, Juan XXIII les pidió que compartieren su preferencia a los pobres:
Todos los Obispos, en efecto, deben promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común en toda la Iglesia, instruir a los fieles en el amor del Cuerpo místico de Cristo, sobre todo de los miembros pobres y de los que sufren o son perseguidos por la justicia (cf. Mt., 5,10); promover, en fin, toda acción que sea común a la Iglesia, sobre todo en orden a la dilatación de la fe y a la difusión plena de la luz de la verdad entre todos los hombres. (Decreto Oficio de los Obispos, 26)
Juan XXIII no era el único oficial eclesial proponiendo que la Iglesia mostrara una preferencia hacia los pobres. En la primera reunión del Concilio, el Arzobispo de Bolonia, Cardenal Lercaro se acercó al tema de la pobreza: “El tema de este Concilio es, ciertamente, la Iglesia en tanto que es, sobre todo, la Iglesia de los pobres”, añadiendo Julio Lois: “no uno más de los numerosos temas conciliares sino el tema” (14). Antes de la reunión en el 26 de octubre para discutir el tema de la pobreza, el Obispo del Sahara, Monseñor Mercier, por indicación de los asistentes, escribió una nota con el título “La Iglesia de los pobres”(Lois 15), a la vez dando un nombre al movimiento que llegó a ser el tema central de lo que conocemos como la teología de la liberación.
Esta preferencia a los pobres expresada en el Concilio lanzó un debate que se diseminó del Concilio a los teólogos europeos afuera del Concilio, y, más tarde, a los teólogos latinoamericanos. Durante los años del Concilio (1962-1965), una serie de publicaciones presentaron reflexiones de varios teólogos sobre el tema de la pobreza y el papel de la Iglesia. Durante el primer año del Concilio, Paul Gauthier publicó Les pauvres Jesús et l’Eglise, definiendo la pobreza en un sentido espiritual y material, y señalando el alcance de la pobreza en el mundo: “Hoy ya no se trata únicamente de ricos individuales y de pobres individuales. Hoy se trata de naciones ricas y naciones pobres, las naciones desarrolladas, los pueblos subdesarrollados” (Lois 17). El año siguiente P. Pie Raymond expresó la necesidad de una solidaridad eclesial con los pobres, compartiendo no solamente su condición, sino también su lucha contra el orden injusto:
El precepto del Señor de dar, y dar más de lo que se nos pide, y no sólo al que pide, sino también al que nos contraría, nos obliga a hacernos solidarios con la causa de los desgraciados y de la justicia...No hay otro medio de poder salvar lo que pueda quedar de esperanza en los pobres y que la gracia puede convertir en esperanza sobrenatural: una caridad lo bastante fuerte para participar en su condición, y esto no puede hacerse seriamente sin participar, también, en su combate por la justicia. (Lois 18)
En febrero de 1964, el Monseñor Ancel dio una conferencia en Turín con intitulada “L´Egglise et la pauvreté” que definió la pobreza como un mal, consecuencia de un pecado, a la vez señalando las raíces del pecado como la “injusta explotación”. En una llamada para la acción eclesial contra este pecado, el monseñor escribe: “Si amamos a los pobres, si queremos hacer desaparecer la pobreza, tenemos que atacar las propias causas de la pobreza, tratando de establecer en todas partes una justicia social auténtica”. Para conseguir la deseada pobreza evangélica, “hay que haberse desprendido, con toda el alma y todo el corazón, de los bienes de la tierra y estar dispuesto a aceptar el despojo efectivo que Cristo quería” (Lois 19).
En abril del mismo año, el Cardinal Lercaro dio una conferencia en Beirut con el título de “La pobreza de la Iglesia”, y en ella se plantea la cuestión de “determinar bajo que ángulo de visión considera Jesús la pobreza que llama bienaventurada”(Lois 20). En junio de 1964, P. Congar escribió Jalones para una reflexión sobre el misterio de los pobres, sugiriendo que los pobres “pueden ser reveladores de Dios” y que ellos son “un medio o camino para encontrar a Cristo” (Lois 21).
Algunos teólogos no se sintieron satisfechos con los resultados del Concilio Vaticano II. Un obispo francés opinó que los cambios hechos durante el Concilio eran demasiado drásticos y que “sólo dentro de un siglo, la historia conocerá el mal que el Concilio causará a la Iglesia” (Canal Ramírez 19). Otros pensaron que el Concilio no hizo lo suficiente, creyendo que el Concilio dio “atención solamente marginal” al tema de la pobreza, entre ellos eran los teólogos latinoamericanos (Lois 24). La representación de los países latinoamericanos fue mínima en el concilio Vaticano II, con los teólogos europeos y norteamericanos marcando la agenda (Berryman cap.1). Los teólogos latinoamericanos querían una teología que perteneciera a sus propias circunstancias, y la Conferencia Episcopal de Medellín en 1968 se considera como la respuesta de ellos al Concilio Vaticano II.

Fuentes citadas
  • Berryman, Phillip. Teología de la liberación. México: Siglo Veintiuno Editores, 1989. Edición digital autorizado para el Proyecto Ensayo Hispánico. Febrero 2003. 12 de junio de 2004. <http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/berryman/introd.htm>
  • Canal Ramírez, Gonzalo. La Unión Soviética, Reto Moral. Bogotá: Imprenta y Rotograbado, 1969.
  • Decreto Perfectae Caritatis, 28 octubre 1965. Documentos del Concilio Vaticano II. La Sante Sede Archivo. 12 de junio de 2004. <http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm>
  • Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación. Lima: Centro de Estudios y Publicaciones, 1984.
  • Lois, Julio. Teología de la liberación: Opción por los pobres. Madrid: Editorial Fundamentos, 1986.

Evangelio según San Lucas 15,1-10.


Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. 
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". 
Jesús les dijo entonces esta parábola: 
"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? 
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, 
y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". 
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". 
Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? 
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido". 
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte". 

Calaverita

Estaba la Media Muerte
sentada en un carrizal
comiendo tortilla dura
para poder engordar.



Estaba la Muerte seca
sentada en un arenal
comiendo tortilla dura
y frijolitos sin sal,
sin sal, sin sal...



Ya te miré, calavera,
con un diente y una muela
saltando como una pulga
que tiene barriga llena.



Muerto, si hubieras corrido,
no te hubieran alcanzado;
pero como no corriste
ahora te llevan cargado.



Estaba la media muerte
comiéndose su telera;
los muchachos, de traviesos,
le gritamos "¡Calavera!"
Andale muerte canija
ponte tu rebozo y baila;
ya sé que quieres marearme
y esperas a que me caiga.



Si a tu balcón llegara
un tecolote
ráspale las narices
con un olote.


Hoy es día de todos santos
-dice un loco en sus tonteras-
son muchas las calaveras
y muy pocos camposantos.


Al pasar por el panteón
me salió una calavera:
tú me tocas el tambor
y yo muevo la cadera.


¿Quién me compra calaveras?
son de la nueva invención;
hay de bonitas y fieras
que han muerto ya de torzón;
son elegantes y finas,
a tlaco doy el montón
de las que usan crinolinas
y otras que doy de pilón.



¡Ay, triste calaverón!
ya no volará tu fama
porque te van a enterrar
el lunes por la mañana.


-Calavera vete al monte.
-No señora porque espanto.
-Pues a dónde quieres irte.
-Yo, señora, al camposanto.


La muerte no mata a nadie...
la matadora es la suerte.


El que por su gusto muere
la muerte le sabe dulce.
¡Cómo que se murió si me debía!


Si me han de matar mañana...
que me maten de una vez.


Ya te vide calavera,
cuatro dientes y una muela.


Nunca se muere dos veces.


Hay más tiempo que vida.


"¡El muerto murio!"

Concilio Vaticano I


El concilio Vaticano I fue el primer concilio celebrado en la Ciudad del Vaticano. Convocado por el Papa Pío IX en 1869 para enfrentar al racionalismo y al galicanismo. En este Concilio se aprobó como dogma de fe la doctrina de la infalibilidad del Papa. Tuvo 4 sesiones:
  1. Primera Sesión: celebrada el 8 de diciembre de 1869 con el Decreto de apertura del concilio.
  2. Segunda Sesión: celebrada el 6 de enero de 1870 con la Profesión de Fe.
  3. Tercera Sesión: celebrada el 24 de abril de 1870 concluyendo con la aprobación de la Constitución Dogmática Dei Filiussobre la fe católica.
  4. Cuarta Sesión: celebrada el 18 de julio de 1870 concluyendo con la aprobación de la Constitución Dogmática Pastor Aeternus sobre la Iglesia de Cristo que declara el dogma de la infalibilidad papal.
El concilio fue suspendido por Pío IX el 20 de octubre de 1870, después que se hubiera consumado la unión a Italia de los Estados Pontificios.

Los trabajos del concilio comenzaron el 8 de diciembre de 1869. A diferencia de los concilios generales anteriores, los jefes de Estado no fueron invitados a participar y solo los obispos, los superiores generales de órdenes religiosas y monásticas y los abades nullius gozaban de voto deliberativo. Se invitó a participar a los jerarcas de la Iglesia Ortodoxa (por medio del breve Arcano divinae Providentiae consilio) y a los líderes de denominaciones protestantes (por medio de la carta Iam vos omnes) pero ambos rechazaron la invitación alegando que la forma usada para ello, les denigraba.6
El reglamento no consideraba la posibilidad de largas discusiones sobre los esquemas ni la posibilidad de que hubiera una gran cantidad de votos negativos a las propuestas preelaboradas. Al comienzo, el programa de temas a tratar era muy extenso. Preponderó la necesidad de hablar más de la Iglesia. También era necesario hablar de la relación entre fe y razón por ser un tema relevante en tiempos de la ilustración y el desafío que esto suponía para la Iglesia, al igual que otros descubrimientos científicos como el evolucionismo, que parecían cuestionar las teorías cristianas más tradicionales. Otro tema a tratar eran las grandes misiones católicas de la época.
Durante el concilio y visto el tenor de las discusiones, se hizo necesario cambiar el reglamento para adaptarlo a la posibilidad de mayor libertad a la hora de rechazar y ampliar los documentos propuestos por las comisiones preparatorias. Así las discusiones se centraron rápidamente en los dos temas principales: La infalibilidad y las relaciones entre fe y razón.

Dia de muertos

"Según la creencia de la civilización mexicana antigua, cuando el individuo muere su espíritu continúa viviendo en Mictlán, lugar de residencia de las almas que han dejado la vida terrenal. Dioses benevolentes crearon este recinto ideal que nada tiene de tenebroso y es más bien tranquilo y agradable, donde las almas reposan plácidamente hasta el día, designado por la costumbre, en que retornan a sus antiguos hogares para visitar a sus parientes. Aunque durante esa visita no se ven entre sí, mutuamente ellos se sienten.

El calendario ritual señala dos ocasiones para la llegada de los muertos. Cada una de ellas es una fiesta de alegría y evocación. Llanto o dolor no existen, pues no es motivo de tristeza la visita cordial de los difuntos. La exagerada hospitalidad de los mexicanos es proverbial. Ésta se manifiesta a la menor provocación, aún más si los visitantes son sus parientes ya fallecidos. Hay que
deleitarlos y dejarlos satisfechos con todo aquello que es de su mayor agrado y asombro: la comida.

Desde remotas épocas hasta la actualidad, el “banquete mortuorio”, resplandece en todas las moradas nacionales, desde los humildes jacales o casas rústicas, hasta los palacios y mansiones.

La comida ritual se efectúa en un ambiente regiamente aderezado en el que vivos y muertos se hacen compañía.

Cada pueblo y región ofrece variados diseños e ideas para este evento, pero todos con la misma finalidad: recibir y alimentar a los invitados, y convivir (o tal vez “conmorir”), con ellos”.

Acompañe a Mary J. Andrade mientras ella explora esta rica y única tradición en este sitio y en su serie de libros sobre el Día de Muertos.